Antonimia
Se denominan antónimos aquellos términos cuyo significado es contrario, tales como bueno y malo, entrar y salir. Pero este sentido contradictorio puede tener varios aspectos que nos permiten distinguir tres clases de antónimos:
- Puede tratarse, en primer lugar, de dos palabras en una relación tal que la negación de una suponga la afirmación de la otra. El par de términos acota un referente total que se reparte entre ambos, por lo que éstos se denominan complementarios (casado/soltero por ejemplo).
- Dos palabras pueden tener un sentido contrario, existiendo entre las dos una gradación: bueno/malo (entre las que cabe, por ejemplo, regular). Se denomina a estas palabras antónimos propiamente dichos.
- Ciertas palabras se oponen de manera recíproca, es decir, la existencia de una implica la de la otra: preguntar/responder, comprar/vender... Se llaman recíprocos.
No obstante, los límites entre estas clases no son siempre fáciles de establecer. Por ejemplo, puede haber complementarios que pueden funcionar como antónimos propiamente dichos: junto a cerrado y abierto, cabe entreabierto, etc.
En realidad, la antonimia afecta a una pequeña parte del léxico: sólo a palabras que compartan semas que, o bien pueden separarse o graduarse, o bien se encuentran en una relación de oposición y exclusión. Un término como casa carece en la lengua de antónimo, sin perjuicio de que en un texto determinado pueda serlo contextualmente de calle o chabola.
Una palabra polisémica que posea antónimos tendrá tantos como significados posea: libre es antónimo de ocupado, sujeto o esclavo.
Ciertos antónimos se forman por procedimientos derivativos: mediante los sufijos in- (barbudo/imberbe), a- (político/apolítico), o des- (estimar/desestimar). Existe también la posibilidad de anteponer la negación a un término, con lo que a veces se atenúa su antónimo; esa atenuación se incluye dentro de una gradación: caro/no caro/barato.
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