Monosemia y polisemia

 Sólo de los lenguajes científicos está ausente la polisemia, un tecnicismo posee un solo y único significado. Cuando un mismo término aparece en diferentes ciencias no es, en rigor, el mismo término, sino que en cada caso se trata de uno específico, con el significado explícitamente definido que dentro de dicha ciencia se le ha asignado. Lo mismo cabe decir de tecnicismos que pertenecen a modelos teóricos distintos de una misma ciencia: es el modelo el que les da su valor único e invariable.

De manera que el lenguaje científico es el ámbito de la monosemia, la cual, por el contrario, es rara en el lenguaje natural. La mayor parte de las palabras poseen más de un significado, sobre todo en el léxico más común.

En último término, la polisemia deriva de la arbitrariedad del signo, pues eso supone la posibilidad de que los signos sean atribuidos a referentes para los que originariamente no servían, y por tanto, a través del uso, cambie el significado. En el transcurso de la historia, los hablantes dan a las palabras nuevos significados, sin que desaparezcan necesariamente los antiguos.

Las fuentes de la polisemia (un significante, varios significados) son:

  1. Los cambios en la aplicación de las palabras (por ejemplo, el término diestro cuando decayó como derecho significó hábil).
  2. La especialización en un medios social (por ejemplo, fiel en el lenguaje religioso; operación en el militar, el comercio o las matemáticas).
  3. El lenguaje figurado, es decir, la utilización de determinadas palabras con significados distintos a los que parecen originarios, en virtud de la semejanza o proximidad que el hablante aprecia entre tales significados o entre sus referentes (por ejemplo, corazón de una fruta).
Lo habitual es que estos aspectos se interfieran cuando una palabra adquiere nuevos sentidos: la especialización supone de hecho un cambio de aplicación, tras los cambios de aplicación suele estar el lenguaje figurado.

Se podría pensar que la polisemia que existe en la lengua y que los diccionarios registran perturba la comunicación. No ocurre así. La ambigüedad que supone se resuelve en el habla, bien por la presencia inmediata de la situación (es un demonio tiene un significado preciso tanto si lo dice una madre de su hijo, como el guía de un museo explicando un cuadro), bien por el propio contexto lingüístico, que actualiza normalmente sólo uno de los significados (he limpiado toda mi casa/me han limpiado la cartera). En algunas ocasiones, resuelven esa ambigüedad procedimientos gramaticales como el género (el editorial/la editorial) o el orden de las palabras (simple estudiante/estudiante simple).

Determinados registros lingüísticos, fomentan la polisemia para sacar de ella rendimientos: el lenguaje humorístico, el de la publicidad, o el literario, lo hacen en busca de una comunicación que supone un rodea para el receptor.

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