Sinonimia
Un fenómeno contrario, y de alguna manera, complementario al de la polisemia, es la sinonimia: dos palabras (o dos frases) son sinónimas cuando teniendo distintos significantes tienen el mismo significado: empezar y comenzar (por ejemplo).
Si la polisemia puede entenderse como un factor de la economía lingüística, la sinonimia parece un fenómeno de redundancia. Sobre esos polos gira efectivamente el lenguaje, y los sinónimos permiten una repetición menos mecánica y prolija que la que supondría el uso de una misma palabra.
Sin embargo, esta redundancia ha de entenderse con muchas reservas: vínculo, atadura, padre, papá... son sinónimos si se piensa en los semas que comportan, y naturalmente en los referentes que designan. Pero cualquier hablante sabe bien que, si representan lo mismo, ni desde el punto de vista expresivo ni desde el punto de vista apelativo, significan exactamente de la misma manera; ni el hablante expresa lo mismo ni el receptor entiende lo mismo con cada uno de ellos. Si su denotación coincide, no ocurre así con su connotación.
Estas son algunas de las diferencias significativas existentes entre pares o grupos de sinónimos:
- Un término es más general que otro (por ejemplo, rehusar/rechazar).
- Uno es más intenso que otro (repudiar/rechazar).
- Uno es más emotivo que otro (hogar/casa).
- Uno es más valorativo que otro (matasanos/médico).
- Uno es más profesional que otro (cónyuge/esposo).
- Uno es más literario que otro (tránsito/muerte).
- Uno es más coloquial que otro (pirarse/irse).
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