Introducción a la lengua escrita
Han existido pueblos sin escritura. Las técnicas y las costumbres, los ritos y las normas, en que descansa una sociedad, han podido transmitirse oralmente en algunas culturas. Pero la aparición de la escritura expresa la necesidad de conservar datos y experiencias con una estabilidad que se considera imprescindible. La organización económica (indicación de las propiedades, inventario de bienes), la institucionalización jurídica y moral (leyes, preceptos), la memoria de la colectividad (relaciones, historia), la producción ideológica (mitos y leyendas, literatura), exigen la aparición de la lengua escrita, que es el instrumento que hace todo ello posible. La evolución y la continuidad de las sociedades, así como la incorporación efectiva de los individuos al grupo, se halla en estrecha relación con el dominio de la escritura.
El conocimiento o dominio de la lengua escrita ha sido sin duda siempre muy desigual. Desde los orígenes, su posesión o carencia han marcado la escisión entre quienes son capaces de leer y escribir y quienes no pueden hacerlo. Aquéllos han tenido un acceso directo a los textos escritos en que muchas sociedades han querido fundarse: el sacerdote es la figura clave, mediador entre dioses (que han inspirado los textos) y la comunidad.
En el mundo actual, lengua escrita y conocimiento son términos que se encuentran muy próximos. El conocimiento racional, la producción científica y técnica, la circulación de información que exige el mantenimiento del sistema social, sólo son posibles gracias a la escritura.
Los textos escritos, muy numerosos y diversos, tienen generalmente un destinatario colectivo. Un libro de historia, un periódico, un texto legal, un tratado científico o un poema, en modo alguno están escritos para un solo lector, sino para la colectividad en su conjunto o para determinados grupos más o menos diferenciados.
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