La narración (II)

 Esta entrada es continuación de la anterior.

Tiempo y espacio

La sucesión de acontecimientos implica necesariamente la presencia del tiempo: en un relato pueden transcurrir días, meses o años, que evocan un tiempo real, cuyo orden lineal reconstruye o se somete a cambios diversos (flash-back, suspensión del tiempo, elipsis, etc.). Toda narración es la historia de un cambio (un niño se hace adulto, un héroe logra una gran hazaña) y ese cambio no puede ocurrir sino en el tiempo.

Hay que distinguir entre el tiempo transcurrido y el tiempo aludido, aquel en que los acontecimientos se sitúan (el de los orígenes, propio del mito; el contemporáneo, la noticia; el futuro, de la ciencia ficción) y que constituye una coordenada esencial del relato.

Otra coordenada de gran importancia para la comprensión del relato es el espacio: lugar o lugares en que ocurren los hechos. Suele distinguirse espacio geográfico (Madrid o París, Siberia, California...) y social (grupos, sectores, clases sociales representadas). Puede ser imaginario (el País de las Maravillas) o no aparecer explícitamente, igual que el tiempo aludido: en tal caso, esta inconcreción juega un papel en la narración misma (en un país muy lejano..., en el país de Nunca Jamás...).

Personajes

Tampoco cabe pensar en un relato sin personajes. Éstos son los que aportan la acción, es decir, los que hacen las cosas (viajan, buscan...) o a quienes les pasan cosas (nacen, desean, mueren, se enamoran...). En ellos radican el interés humano, sin el cual no existe narración: los dioses de los mitos, los animales de las fábulas, los extraterrestres, son seres antropomórficos, definidos por emociones y deseos humanos.

El protagonista o héroe es el personaje principal, que, siendo el centro de la acción, provoca o sufre los acontecimientos cuya sucesión da el relato. Además, él suscita a menudo la identificación del oyente o lector, en la que se halla el sentido último del relato.

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